sábado, 23 de marzo de 2013

Mi General Carmelo Teran Publica

El 22/03/13, carmelo teran escribió:


> Para la página.

>

> Una aportación importante de un importante contacto del CAOMIR:

> . El poder de los militares sobre las sociedades latinoamericanas,

> aplastante en los años 70, se debilitó considerablemente en las

> últimas dos décadas. Incapaces de dominar la presión social, de

> administrar sociedades que se habían vuelto muy complejas y de

> integrar sus países en la economía mundial, los militares se

> replegaron. Pero en los años 90 volvieron a escena discretamente.

> Acusados por su conducta en el pasado, visten trajes nuevos y

> desempeñan nuevas funciones, que les permiten seguir siendo poderosos

> agentes políticos y económicos.

>

> Son dos caras de una moneda. De un lado, la humillación: el general

> Augusto Pinochet espera detenido en Gran Bretaña sucesivas

> resoluciones judiciales, mientras que militares argentinos declaran

> ante los jueces por el robo de niños de desaparecidos y tráfico de

> armas. El mismísimo general Rafael Videla, que lideró el golpe de

> 1976, está detenido. Incapaces de admitir que es aplicación de

> justicia, los uniformados de América Latina arguyen que los jueces que

> los persiguen (no sólo de sus países sino inclusive extranjeros, algo

> inadmisible para hombres de una sola patria), responden a una conjura

> socialista.

> Entre tanto, la Comisión de Esclarecimiento Histórico (CEH) de

> Guatemala, impulsada por la ONU, ofrece datos escalofriantes sobre la

> represión durante los 36 años de guerra: 200.000 muertos, miles de

> violaciones de los derechos humanos, un millón de desplazados1. Y

> además dos aspectos cruciales: el 93% de esos hechos fueron cometidos

> por las fuerzas armadas y de seguridad del Estado apoyadas e incluso

> estimuladas por Estados Unidos. En México, desde 1997 vienen saliendo

> a la luz numerosos casos de corrupción militar vinculada al

> narcotráfico.

> La otra cara de esta moneda es el reconocimiento electoral. Símbolo de

> la represión durante los años ´70 en Bolivia, el general retirado Hugo

> Banzer es presidente de su país desde 1997. Hugo Chávez fue elegido

> presidente de su Venezuela en unas elecciones de gran transparencia,

> después de haber liderado un intento de golpe militar en 1992. En la

> toma de posesión, el 2 de febrero pasado, el nuevo mandatario anunció

> que rehabilitará a los miembros expulsados entonces de las fuerzas

> armadas y denominó "mártires" a quienes murieron en los combates.

> Chávez no pertenece a la generación de los ´70. Su intento golpista de

> 1992 fue un impulso populista de resistencia a los planes de ajuste

> del entonces presidente Carlos Andrés Pérez y al impacto de la

> mundialización. Su programa reivindica un gobierno fuerte, que rompa

> con el tradicional bipartidismo entre socialdemócratas y

> socialcristianos, la lucha contra la corrupción y el neoliberalismo, a

> la vez que muestra simpatía por la "tercera vía" de Tony Blair.

> En Guatemala, el ex dictador general Efraín Ríos Montt fue elegido

> presidente del Congreso en 1994 y trata de reciclar su imagen para

> llegar al poder en las elecciones del año próximo. En Colombia, el

> general Harold Bedoya, ex comandante en jefe de las fuerzas armadas,

> intentó presentarse como candidato a las elecciones de 1998.

> Entre esos dos polos -el oficial acusado y el reencarnado en político-

> emerge desde las sombras la figura del parapolicial. Hasta ahora

> mercenarios del poder, los asesinos que hacían el trabajo sucio en

> Argentina, Colombia o Guatemala se escondían detrás de siglas, como la

> Alianza Anticomunista Argentina en los años ´70 o las Unidades de Auto

> Defensa de Córdoba y Urabá. Pero ahora están saliendo a la luz y

> exigen que su poder armado y económico tenga también un reflejo

> político. Es el caso del paramilitar colombiano Carlos Castaño, que

> quiere participar en las negociaciones de paz2. En Chiapas quieren

> tener tanto peso como los Zapatistas (ver página 18). Creados y

> subcontratados por diferentes poderes -entre otros las fuerzas

> armadas- para realizar tareas especiales, los paramilitares permiten

> al oficial de carrera situarse en otra dimensión, por encima del

> cuartel y de la guerra, o sea, dentro del mercado y eventualmente en

> la política.

> Los militares latinoamericanos se encuentran en un momento de

> redefinición de su papel. Desde el siglo XIX fueron el elemento fuerte

> de Estados en construcción. Se alinearon primero con el poder

> latifundista y luego con las burguesías locales para preservar sus

> intereses. Tuvieron sus momentos populista-nacionalistas,

> especialmente en México, Brasil, Argentina y Perú (Cárdenas, Vargas,

> Perón, Velasco Alvarado), pero desde los años 60 en adelante

> protegieron los intereses y valores dominantes, adiestrados técnica e

> ideológicamente por EE.UU., con una misión anticomunista universal.

> Ahora reemergen: una fortaleza dentro del Estado democrático con el

> objetivo de marcarle sus límites y como actores en el mercado

> ultraliberal para defender sus intereses dentro del competitivo orden

> establecido.

>

> Empujar los límites judiciales

>

> En Argentina las víctimas exigen justicia, pese a los indultos y leyes

> de Punto Final y Obediencia Debida que consagran la impunidad de los

> militares3. Se libran batallas judiciales para enjuiciar a oficiales

> de las fuerzas armadas implicados en la venta ilegal de material

> militar a Croacia durante la guerra de Bosnia y a Ecuador en su guerra

> con Perú. Una cuestión sensible, en la medida que Argentina (al igual

> que Uruguay y otros países de la región) ha participado en misiones de

> mantenimiento de la paz (incluyendo la ex Yugoslavia) como forma de

> ganar legitimidad internacional y dar una misión a los militares.

> Prosiguen las investigaciones sobre el secuestro y adopción ilegal de

> hijos de desaparecidos, al tiempo que surgen más datos sobre el diseño

> de la represión, que incluía hasta maternidades clandestinas en los

> campos de detención. La justicia argentina, pese a todas las trabas

> institucionales que ha puesto en marcha el gobierno de Carlos Menem a

> través de la Corte Suprema y las Cámaras Federales (o Audiencias

> Provinciales), va ampliando su actuación: hijos de desaparecidos,

> cuentas bancarias internacionales y, ahora, acusaciones de

> antisemitismo, organizado durante la dictadura. El rabino Daniel

> Goldman y otros líderes judíos han testimoniado ante el juez español

> Baltasar Garzón, que lleva las causas contra Pinochet y otros

> militares argentinos4.

> Las denuncias sobre las actuaciones de las fuerzas armadas causan

> fuertes tensiones entre el poder civil y el militar. Aunque esto

> muestra los límites de las instituciones democráticas, sirve para

> impulsar el debate político acerca del alcance de la justicia. En

> Paraguay, el caso del ex general golpista Lino Oviedo provocó la

> renuncia del presidente Raúl Cubas en marzo pasado. Oviedo lideró en

> 1996 un intento de golpe de Estado y fue condenado a diez años de

> prisión. En febrero último la Corte Suprema ordenó su vuelta a la

> cárcel y el presidente Cubas, que le había puesto en libertad y

> restituido sus derechos políticos, se negó.

> Oviedo estaba haciendo campaña electoral y quería seguir el camino de

> Banzer y Chávez. En este marco fue asesinado el vicepresidente Luis

> María Argaña, que lo enfrentaba. La situación presagiaba un golpe de

> Estado, pero un pacto interno, apoyado por EE.UU., el Vaticano, Brasil

> y Argentina, permitió llegar al poder a una mezcla de partidarios del

> ex dictador Alfredo Stroessner y la oposición democrática. Oviedo y

> Cubas partieron al exilio5.

> Asediados por la pobreza, los altos índices de criminalidad y la

> corrupción de las élites políticas, amplios sectores de las sociedades

> latinoamericanas se sienten desilusionados de las democracias. Esto ha

> favorecido el ascenso electoral de militares que retoman símbolos de

> fuerza, populismo nacionalista y críticas a la ineficiencia del poder

> civil. Una encuesta venezolana indica que el 48% de los entrevistados

> están de acuerdo con la propuesta de Chávez de disolver el Congreso6.

> "Con sistema legales demasiado débiles o corruptos para reforzar la

> ley y el orden, los latinoamericanos se defienden a sí mismos,

> retroceden detrás de vallas cada vez más altas, forman comités de

> vecinos de vigilancia o toman la ley, muchas veces letalmente, en sus

> manos. No es de extrañar que haya tantos ex oficiales de las fuerzas

> armadas haciendo fuertes campañas para ser presidentes" , dice un

> informe periodístico7. En Argentina, el general Antonio Bussi,

> destacado represor en Tucumán durante la última dictadura -esa

> provincia que tuvo el mayor número de desaparecidos- es ahora su

> gobernador; el golpista militar carapintada ex teniente coronel Aldo

> Rico es intendente del popular distrito de San Miguel, en la periferia

> de la ciudad de Buenos Aires, donde hace unas semanas ocupó un

> hospital al frente de un grupo de matones8.

> Este ascenso va unido a violaciones de derechos humanos por parte de

> las fuerzas de seguridad y a cambios en la legislación realizados con

> la excusa de combatir la criminalidad, pero que recortan los ya

> frágiles sistemas de libertades en una cantidad de países, desde

> Argentina a Trinidad Tobago, pasando por la República Dominicana y

> Guatemala9.

> Los militares están construyendo enclaves de poder, Estados dentro del

> Estado: tienen sus propias cortes de justicia y en muchos casos

> controlan la policía y los servicios de inteligencia. Siguen sirviendo

> a los intereses civiles más poderosos, pero ganan espacio en el

> sistema económico y político de poder. Para los frágiles gobiernos

> democráticos la opción está en aceptar sus condiciones o verse

> presionados. Así, el cuerpo militar obtiene lo que quiere sin

> necesidad de acudir al golpe de Estado10.

> Las formas que este procedimiento ha adoptado son diversas. En Chile

> se instituyó un bloque militar -con Pinochet como figura líder- en la

> legislatura: un límite a los diputados para que no puedan legislar en

> contra de las fuerzas armadas. En Perú, los militares gobiernan con el

> civil Alberto Fujimori. Después del breve interludio populista

> nacionalista del general Velasco Alvarado en los ´70, los militares

> cerraron filas en torno a la burguesía local, libraron su guerra

> contra la guerrilla, y desde 1992 gobiernan el país con un grupo de

> tecnócratas civiles y militares, aplicando durísimos métodos de

> represión selectiva. El poderoso Servicio de Inteligencia Nacional

> (SIN), encarnado en la figura del general Vladimiro Montesinos, es el

> centro del poder. El presidente Fujimori se encarga de obstruir todas

> las acusaciones contra las fuerzas armadas por corrupción y represión.

>

> Empresarios de uniforme

>

> En Colombia, Ecuador, Guatemala y Chile los militares tienen fuertes

> propiedades en los sectores petróleo, hoteles, propiedad inmobiliaria

> y líneas áereas, entre otros11. Las fuerzas armadas chilenas han

> participado activamente de la apertura de Chile al mercado

> internacional y controlan por ley el 10% de los recursos derivados de

> la exportación de cobre. Una ley similar asegura a los militares

> ecuatorianos el 15% de los ingresos por ventas de petróleo para los

> próximos 15 años. Los militares brasileños forman parte de la

> industria militar. Y en Argentina el gobierno de Menem le ha dado

> trabajos y prebendas tanto a los altos mandos como a los intermedios,

> para que no dedicasen sus esfuerzos a sabotear la democracia. También

> los ejércitos centroamericanos tienen fuertes intereses, que se

> ocuparon de asegurar antes de que se firmaran los acuerdos de paz o se

> efectuarán traspasos de gobiernos.

> Los militares ya no se conciben como sustitutos directos del poder

> civil, sino como actores con poder propio para imponer sus prioridades

> y como una eventual alternativa de poder. Las nuevas generaciones de

> las fuerzas armadas perciben además que las decisiones políticas

> nacionales están contrapesadas por el contexto internacional. Por

> encima de sus intereses nacionales hay proyectos estratégicos

> geoeconómicos a los que deben ajustarse y participar: el Tratado de

> Libre Comercio (TLC) entre los EE.UU., Canadá y México, el Mercosur,

> la Comunidad Andina, el Mercado Común Centroamericano, Caricom y, por

> último, el Area de Libre Comercio Americana, para el año 2005. Todo

> eso genera integraciones de seguridad, a partir de los acuerdos

> comerciales y económicos12. El general de división argentino Juan

> Bossi afirma: "Les cabe a las Fuerzas Armadas un rol trascendente en

> el fomento y desarrollo de los procesos de integración regional" .

> Además, EE.UU. prefiere democracias limitadas y coordinadas que

> dictaduras militares aisladas. La reciente propuesta del ministro de

> Interior argentino Carlos Corach de permitir la intervención militar

> en tareas de seguridad -formulada en Guatemala, ante la Asamblea

> General de la Organización de Estados Americanos- va en esa dirección,

> aunque está prohibida por las leyes de casi todos los países13.

> Pero todos estos proyectos, unidos al impacto de las crisis monetarias

> internacionales (como se aprecia ahora en Brasil), implican un modelo

> social jerárquico y competitivo que provocará más desequilibrios

> sociales. El Banco Interamericano de Desarrollo anunció el año pasado

> que al par de los altos niveles de crecimiento, la región sufre más

> pobreza, marginación y desigualdades a causa del creciente desempleo e

> inseguridad laboral. La mayor parte de la riqueza queda en las manos

> de un 20% de los latinoamericanos14.

> Debe añadirse el papel de EE.UU., punto de referencia para los

> militares americanos desde hace medio siglo. El tradicional "patio

> trasero" será en breve el mayor socio comercial de la economía

> estadounidense, por delante de Europa y Asia. Pero al mismo tiempo

> América Latina es fuente de grandes problemas para EE.UU. -es el caso

> del narcotráfico y la emigración- que entran en su concepción de

> "seguridad continental"15. Aunque los militares latinoamericanos ya no

> se entrenen en la Escuela de las Américas, continúan los programas de

> formación. En 1998, alrededor de 2.700 soldados y oficiales de tropas

> especiales de EE.UU. fueron desplegados en los 19 países de América

> Latina y en nueve del Caribe para entrenar a los ejércitos locales en

> la lucha contra el narcotráfico y la contrainsurgencia. La mayor parte

> de esta formación corre a cargo del Programa de Intercambio y

> Entrenamiento Conjunto del Pentágono (Pentagon's Joint Combined

> Exchange Training Program)16. A través de estos programas y la venta

> de armas (para la que levantó la veda en 1997), Washington ayuda a

> consolidar al sector más reacio a la democracia y a fortalecer su

> peligroso papel en las sociedades latinoamericana

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> EL RELOJ. Así nació esta

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